domingo, 23 de agosto de 2009

MIS MEMORIAS (4)

MI SEGUNDO NACIMIENTO
El 28 de Junio de 1965, embarcaba en el moto nave LUCITA.
Al entrar en el barco, el patrón Neira me saludo ya que hacia unos meses estuviéramos charlando los dos en Corme, y me conocía, estuvimos hablando unos minutos, cuando llega otro marinero, José el segundo maquinista del barco, el patrón Neira me informa sobre este hombre. Luis el que está en la escalerilla es el segundo mecánico, este será tu jefe después del primero mecánico.
El patrón del barco llama a José y le dice. José este es el nuevo engrasador, espero que desde este momento comencéis a trabajar, así que a trabajar. José, lleva al engrasador a su camarote y después cuando esté acomodado, llevadle a la maquina y enséñale su trabajo, que espero que ya tenga alguna idea sobre el. Cuando tenía todo en su sitio, en el camarote que compartía con el cocinero, fui a la maquina, José estaba esperando. Bueno Luis, según el capitán tu ya as trabajado en las maquinas de algún barco, este es igual a los otros, esta es la bomba de achique, esta es la entrada de agua del mar, detrás de esa mesa del taller está el motor auxiliar del alumbrado y achique, estas son las botellas de arranque del motor principal. Cuando José aun continuaba con su trabajo, llega el jefe de maquinas. Hola Camariñas, tienes que poner todo en orden, a las seis de la tarde, salimos para Gijón. El jefe de maquinas, un hombre de pocas palabras, ni siquiera pregunto quien era el que estaba en la sala de maquinas.
Yo estaba intranquilo y pensaba, si aquel hombre seria siempre así.
Alas cinco y media probamos maquinas, todo estaba apunto para la salida. Sobre las seis de la tarde pusimos proa, rumbo al Musel Gijón. La primera guardia, la cogió José, donde yo pasé unas dos horas en la maquina para ponerme un poco al corriente del trabajo. A las doce de la noche comencé mi faena. Teníamos una marejadilla de proa, donde se ponían los balanceos algo molestos para un estomago que comenzaba a ponerse de boca hacia abajo.
A las cinco y media probamos maquinas, todo estaba a punto para la salida. Sobre las seis de la tarde pusimos rumbo al Musel-Gijón. La primera guardia la hizo José, donde yo pase unas dos horas en la maquina para ponerme un poco al corriente del trabajo. A las doce de la noche comencé mi faena. Teníamos una marejadilla de proa, donde se ponían los balanceos algo molestos para un estomago que comenzaba a ponerse boca bajo.
A la altura de la Estaca de Bares el tiempo fue cambiando, y a la mañana cerca de cabo Peñas, teníamos un tiempo maravilloso de los veranos.
Llegamos al Musel sobre las once de la noche. El Miércoles cargábamos para Coruña carbón. De Coruña a Santander, de Santander a Bilbao. A si pasaron unos meses hasta que todo no pudo terminar bien, nuestra casa el moto nave LUCITA, a dicho hasta nunca a los mares del Cantábrico.

El 10 de Septiembre de 1965, muy mal tiempo, cinco de la mañana, salíamos de Gijón-Musel, cuando estábamos fuera de la bahía un golpe de mar cambio de rumbo al Lucita. Volvimos a puerto entre golpes de mar, después a las 10 de la mañana volvíamos a intentar salir del puerto, ahora el tiempo estaba un poco mejor solo una pequeña marejada. Pusimos rumbo cabo Peñas para pasar junto los bajos los Merendales, pasamos por tierra de ellos, cuando estábamos pasando a la altura de ellos, sentimos un pequeño golpe, seguro que habíamos tocado con el costado o la quilla del barco, después del golpe seguimos nuestro rumbo, a los pocos minutos el maquinista primero sube al puente, y le dice al capitán que el barco hace mucho agua al lado de la sobre quilla y que puso las bombas de achique. Alos pocos minutos, volvía a subir, y decía que no sabia si podríamos seguir. El tiempo pasaba y el agua comenzaba a subir mas, las bombas ya decían que no podían achicar más. Pusimos rumbo a Gijón para mirar de arreglar la avería, pero el agua mas, mas, y no llegaríamos a tierra. Pusimos proa a una pequeña playa para embarrancar el barco y poder salvar la carga. Cuando faltaba una milla mas o menos el motor comenzó a fallar, los dos mecánicos comenzaron a cabrearse con el capitán, donde este dio la orden de poner proa a fuera hasta donde llegara el barco mientras por la emisora pedía socorro para que enviaran un remolcador. El barco ya estaba completamente enterrado ya no podíamos andar por la cubierta y no llegaban en nuestro auxilio, nosotros en el medio del mar, apenas se divisaba la costa, el viento soplaba hacia alta mar, nada. El capitán ordenó poner los votes salvavidas en el agua. El Lucita estaba ya poniendo su rumbo hacia su tumba, el motor paro cuando el agua le llegaba a las culatas. Cada uno a su faena, pero cuando llega tiene que llegar, los botes salvavidas están muy malos de sacar, ya que los tiradores están con el oxido de diez años, comenzamos con las sierras pero nada ya que estos eran de acero, el barco nos decía de dejarlo, pero como. El barco comenzó a enterrar la popa cuando nosotros decidimos de coger el vote que teníamos para las maniobras y comenzamos a alejarnos del barco con los remos. Nadie venía en nuestro auxilio, continuábamos con las bengalas y nada. El Lucita cambiaba la postura, ahora ponía la popa al descubierto, y así le dijimos el adiós a nuestra compañera LUCITA.
Pusimos rumbo a tierra el bote, todos, juntos en aquella cáscara de nuez, manejados por el fuerte oleaje y vientos del Noroeste, el oleaje entraba de estribor que a las veces no teníamos fuerzas ni medios para achicar el agua, sobre nuestros cuerpos desnudos si alguna ropa teníamos, estas estaban empapadas de agua salitrada.

A una hora más o menos, de nuestro calvario de los cuatro remos que teníamos, se rompe un tolete, no teníamos repuesto, nuestros ánimos cada vez eran de valentía, llevábamos seis horas mojados, llenos de frío sin comer desde la media tarde anterior en el Musel. A nuestras espaldas y dentro de la burocracia de algunos representantes de la marina mercante, en sus cuarteles de la Comandancia de la Marina de Guerra o Mercante como se quiera decir, éstos señores por les llamar de alguna manera, no tenían ni un minuto para escuchar la radio marítima por si pasaba algo, información que podrían hacerlo cuando aun estábamos en el LUCITA ya que ellos habían escuchado nuestra llamada de socorro y que trataban de mandar un remolcador y una lancha para nuestra recuperación, mientras nosotros estábamos en alta mar a unas cinco millas de la costa, esta embarcación estaba junto a los Merendales mirando por nosotros, una vergüenza, que nosotros les estábamos viendo y ellos no tenían ni unos prismáticos, una vergüenza. Estábamos ya cansados, algunos como yo, medios inconscientes del frío y la noche que llegaba, y aquellos que estaban a que pasarán las horas para irse a casa y una jornada más.
El cocinero estaba un poco mejor y continuaba remando donde el viento empujaba con más fuerza, ya estábamos casi a la altura de cabo Peñas, nosotros veíamos tierra pero no teníamos fuerzas para llegar a ella, el cocinero remaba, remaba, y nos decía mirando aquellos que lloraban por lo incapaces que llegamos a ser cuando alguien es mas fuerte que nosotros, todos pensativos recordando a nuestros seres querido, mi pensamiento lo tenía en mi madre, y recordaba aquel a dios hijo mío acompañado de un beso. ¿Compañeros? Nos alerto el cocinero, mirad se acerca un barco, todos aunque estábamos medios fuera de combate nos pusimos atentos a la dirección que marcaba nuestro compañero de abordo.

Llevábamos fuegos de socorro y bocina de alarma, comenzamos a hacer huso de estos medios de socorro, el barco, el barco continuaba con su rumbo, nosotros continuábamos con las bengalas hasta la ultima entre segundos de una a la otra, para decir que nos encontrábamos en peligro. Cuando pensábamos que aquel barco hacia la vista larga, o mismo no veía las señales, a pocos minutos de todo esto, vino nuestra alegría cuando el Monte Medela puso proa hacia nosotros, estábamos salvados, nosotros pusimos la proa hacia alta mar ya que estábamos cerca de los bajos Merendales y por precaución a tocarlos, fuimos nosotros los que remamos hacia fuera entre golpes de mar empujados por el viento. Cuando estábamos en el costado del barco salvador MONTE MEDELA y aun quedaba el capitán a bordo del bote, un golpe de mar rompió la proa de nuestro vote de maniobras, ya que los botes salvavidas continuaron viaje con el LUCITA.

El Monte Medela puso rumbo al Musel Gijón y por telefonía ponían las autoridades al corriente del naufragio, a nuestra popa el bote salvador y con la proa rota rompía la estela del navío que por medio de un cabo trincado a nuestra popa, parecía que él mismo quería llegar antes de nosotros. A una hora mas o menos llegábamos al Musel, ya todas las autoridades y curiosos, estaban esperando nuestra llegada, ya que muchos escucharan por la emisora local la noticia de naufragio, y estaban esperando la llegada de estos náufragos incapaces de dar ninguna información a los periodistas y locutores. Nos llevaron a la casa del mar STELA MARIS, allí fuimos acogidos regularmente, siempre muchas palabras y pocos hechos

Luís Suárez ( Corme 23 de Agosto 2009 )

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