viernes, 24 de septiembre de 2010

A SARDIÑA ENCANTAD

A SARDIÑA ENCANTADA

Nun pobo da beira mar de Corme Galicia, encontrábanse dos irmáns pescando nunha gamela as fanecas, a pesca era nula xa que levaban dúas horas pescando e na bancada da chalana so tiñan dúas pequenas xurelas, decidiron descansar unha hora.
A media hora de estar durmindo, un dos irmáns empezou a pescar entre soños, onde a pesca era diferente a vida normal, el só tiña mais de 50 fanecas e seguía pescando, cando nun lance de picado estraño, empezou a tirar da liña, e cando viña xa acercándose a gamela, un color branco resplandecente deixábase ver polo medio das augas.
Unha sardiña, dixo Francisco todo contento, e ademais una sardiña grande, que tratou de collela con coidado para non mancala, o metela abordo o peixe facíase forte e non quería que o pescador a collera, pero nunha rabiada de Francisco, meteu o peixe abordo, xa na bancada encima de un saco a sardiña quería dar os últimos coletazos, a francisco empezoulle a dar lastima aquel animal tan precioso, aquel cor de prata, é decidiu volvelo o mar.
O animal o verse ceibe, é sobre as augas do mar empezou a danzar de contenta sobre a cola, dando saltos de máis de dous metros de altura dándolle as grazas o pescador, é entrándose a mar a dentro, deixou a Francisco pescando xunto a o seu irmán Xosé.
Un pequeno chuvasco do norte despertou os irmáns, e Francisco preguntou a o seu irmán onde méteche o peixe que pesquei, Xosé contestoulle, ai tes o peixe que pescamos, e levantando un saco que gardaba que o pouco peixe que tiñan non se cocera co sol, Francisco exclamou e a sardiña, que sardiña ó? nos non pescamos ningunha sardiña dixo Xosé, xa esta, estaría soñando mentres durmiamos, dixo Francisco.
Un día Francisco estaba recollendo golfe na praia da Barda é xa estaba escurecendo xa que o sol estaba pasando por detrás do monte de Galiñeiro, no mar xunto a Salgueiriña pereceulle ver unha mancha branca de un peixe moi grande coma se fose un arroaz pero era branco, é os arroas son negros dixo el, colleu o camiño cara a Salgueiriña, é cando chegou o sitio non había nada.
E a si moitas veces mais, coa ditosa mancha branca cor prata que non se deixaba ver de preto.
Francisco isto non llo contaba a ninguén, so o tiña en secreto entre el e a famosa mancha no mar.
Xa cansado de esperar de que un día fose verdade en encontrarse coa realidade, estando descansando na illa de Santa Mariña, volveu a quedar en soños, onde de esta ves si, la sardiña que el devolveu o mar transfórmase nunha sirena, unha muller rubia, o seu corpo remataba nunha cola de peixe prateada, o mesmo que a sardiña, achegouse as pedras i díxolle que a acompañase facer un pequeno recorrido ata o lago, onde lle ensearía a súa casa.
Durante este largo paseo foille mostrando todos os secretos de estes fondos mariños enganchado a súa ala espinal, o pouco tempo chegaron a unha cova que se entraba cara o monte na area Praza, dentro había unha lagoa e a todo o seu arredor un paseo cheo de luz, a unha parte estaba a súa casa que parecía un palacio tamén todo alumeado do resplandor que saia de este pequeno lago.
Xa de volta cara a illa, a sardiña sirena, contoulle moitas cosas dos mariños da Barda, que lle dicía, que non os contara a ninguén, é el prometeulle que os quedaría para el.
A ultima vez que volveu a ver esta mancha branca prateada foi un inverno baixando polo campo da Pedra Ancha, avisándolle que non fose pescar, xa que o medio dia estaría moi mal tempo, fíxolle caso e descansou tranquilo na casa de Guxin.
Fose en sonos ou non, el estaba en que esas manchas prateadas as vío moitas veces no mar dende que soltou aquela sardiña.
Corme, 24 de Setembro 2010
Luís Suárez.

domingo, 19 de septiembre de 2010

TIERRA Y LIBERTAD


A MIS AMIGOS
Comienzo el artículo con una copla de uno que hace unas horas que nos dejó.
¿Habrá un día que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad?
Labordeta, compositor de letras que lo dicen todo, y tanto dicen que a muchos políticos no le gustan, por eso en los escaños donde José Antonio se enfadaba y mismo los mandaba a la ¿mierda? Y con razón, porque a mi entender si quieres que te escuchen, primero deja hablar a los demás, y más de las veces Labordeta se tenía que callar cuando los simpáticos del PP se reían de él, diciendo ¿a dónde vas con la mochila?, o con la guitarra a otra parte, para mi es cosa de miserables el que no respeta el trabajo que uno pueda tener, o es mejor ser todos banqueros, cocaleros, traficantes de la muerte, yo quisiera ser un Labordeta y entonar mis cantos al viento, en esa tempestad de lucha libertaria, por la libertad del hombre que quiere un mundo mejor, que las miserias desaparezcan en este mundo que nos toca vivir, que muchos de estos políticos corruptos quisieran tenerlo todo bien atado, y tapar las bocas que piden libertad.
José Antonio Labordeta, cogió su mochila y recorrió su peregrinación, y no solo a Santiago de Compostela sino a toda España para llevarla en el corazón junto a sus costumbres culturales de cada región o nación del estado Español, y no en la mochila como muchos la están llevando y así estamos, solo saben luchar por el poder, después de coger el sillón se olvidan de todo lo que prometieron, Labordeta no era de esos, por eso se reían de él, los que quisieran tener un par… como los tenía este político de Aragón, los mismos que defendieron y defienden que con franco se vivía mejor, solo Labordeta dirigiéndose a la bancada azul supo dirigirse a estos diciendo ¿mierda? que eso era lo que estaban haciendo cuando le tocaba de dar su palabra, y estos representantes de muchos Españoles le soltaban y le contaban chistes de guitarras y mochilas, como si en España no hubiera otras cosas más interesantes a tratar.
Desde mi humilde rincón, un saludo de fraternidad para sus hijas y compañera, en este día tan triste para ellas y para los compañeros del partido Chunta Aragonista.
Y para ti José Antonio, España entera te llevara en el corazón o en la mochila, como tú quieras, allá donde tu estés recuerda que te seguiremos queriendo, un amigo.

Corme 19 de Septiembre 2010. Luís Suárez

sábado, 11 de septiembre de 2010

SUIZA 4

15 de septiembre.
Antonio me informa cada noche sobre su trabajo. Parece que se le trata duramente; que las condiciones han defraudado sus ilusiones. Las manos de Antonio están arrugadas, agrietadas; destilan sangre.
Mientras trato de animarlo, le paso por las heridas un algodón empapado con alcohol.
Esto ha ocurrido los primeros días, porque todavía no nos han tomado estima. Después, será diferente. En cuanto a las manos, verás cómo se irán habituando al agua hirviendo.
Málaga ha colgado un cartel en el comedor, anunciando que esta noche tendrá lugar una fiesta en el asilo. Como atracción, vendrá un acordeonista brasileño. Canilla nos ha dicho que todos los jueves se celebra una velada, como está previsto por el reglamento, precisamente en el artículo 24.
La cena se desarrolla en un ambiente familiar, sin que por ello se haya lavado la cara el hombre apestante que comparte nuestra mesa; todavía lleva el cabello lleno de virutas; no me explico cómo puede abrir los ojos. Canilla tampoco se ha cambiado el jersey; sigue mostrando los faldones de la camisa, rebeldes a la cuerda que le sirve de cinturón. Tampoco me he cambiado los pantalones de pana, grandes y deformados, porque no puedo reemplazarlos.
Con todo eso, esta noche reina la alegría en los refugiados del asilo. La capitana, o la señora del capitán, nos ha rogado que permanezcamos después de la cena.
El capitán entra en la sala con su uniforme más nuevo, acompañado del acordeonista brasileño y otros soldados de la corporación. El brasileño se pega a las faldas de la capitana, deslizando una mirada oblicua en su contorno; si algún soldado lo mira, sonríe de un modo piadoso que infunde pena.
¡En pie!, grita la capitana.
Nos enderezamos; permanecemos derechos coma una vela. La capitana pronuncia unas palabras rituales, empieza la acción de gracia.
Gracias, señor, por la dicha que gozamos.
De la acción de gracias pasamos a los canticos. La capitana distribuye unas hojas en donde están escritos los cantos que vamos a entonar. Ella nos sigue en un pequeño devocionario de tapas negras. Las primeras vocalizaciones nos salen desastrosas, pero a medida que la música nos ablanda, nos dejamos vencer, hasta el punto que, perdiendo todo temor, nos damos por entero a las canciones.
¡Ah qué momento inolvidable! Antonio canta, sonriente, sofocado. Todos nos vamos impregnando por la blanca sensualidad de las canciones. La capitana, adusta, amorosa, inflexible, nos dirige con las manos, gesticulando como un director de orquesta; su voz, enérgica y femenina, se eleva sobre las demás. De vez en cuando, vuelve la cabeza hacia el brasileño y le sonríe; le sonríe y le guiña un ojo.
El brasileño corresponde con leves inclinaciones de cabeza. El capitán sigue cabizbajo, hasta el momento de pronunciar su sermón. Cuando el acordeón del brasileño vuelve a entrar en acción, su apasionado arranque enciende al auditorio; durante más de una hora vamos de emoción en emoción.
Se nos dilatan las venas con delirante placer. Los corazones gozan en el pecho, como chorizos en tinajas de aceite. El hombre de las virutas está a punto de romper a llorar. El viejo suizo mira al techo, con la cabeza inclinada, como si contemplara el cofre empeñado. ¿Dónde resides, oh Amor? ¿En que morada celeste custodian tu colmenar los serafines? Sabemos que en ocasiones te honras compartiendo tu gracia con los humanos corazones, sumiéndolos en la más dulce estulticia. A quienes han pretendido conocerte, los has engañado; es tal tu suprema sabiduría, ¡oh Amor de los amores!, que solo se te ve por la parroquia en los domingos.
La velada se prolonga hasta medianoche. La capitana invoca y el brasileño espera el guiño para poner el acordeón en marcha. El capitán se aburre.
Cuando todo se ha acabado, me introduzco en la reducida estancia en donde el estado mayor hace su resopón. La capitana sigue oyendo relatos deliciosos del brasileño virtuoso y trotamundos. El capitán no levanta la cabeza del plato. El escaso fluido de una bujía de bajo voltaje no llega a esclarecerlo todo.
Perdone, señor del Brasil. ¿Quiere escribirme en portugués un cantico?
Con mucho gusto muchacho.
Meu curaçao alegre
Louva a Deus;
Gloria Cristo que me salvan.

Medito; sobre mi camastro de la sala número cuatro.
José Antonio Torres 1970
Luís Suárez 2010, Corme 8 de Septiembre.