sábado, 14 de marzo de 2015



NAUFRAGIO DEL MOTOVAVE LUCITA
El número 7 de la foto. En los escollos de los Merendálvares, cabo Peñas Gijon.
El triángulo maldito de Peñas
Las rocas más al norte de Asturias se cobraron al menos once barcos y las vidas de una veintena de marineros en los últimos 64 años
El triángulo maldito de Peñas

Cabo Peñas (Gozón), Francisco L. JIMÉNEZ El «Santa Ana», arrastrero con base en Galicia pero bandera portuguesa y nueve tripulantes a bordo de los que sólo se salvó uno, es la última pieza que se han cobrado las rocas traicioneras que alfombran por doquier en un radio de una milla las aguas del cabo Peñas, el punto más septentrional del Principado. Hacía por lo menos 38 años que no se tenía constancia de un siniestro marítimo de la magnitud del «Santa Ana» en la zona, pues fue en 1976 cuando embarrancó en los peñascos de Los Clérigos el motovelero noruego «Haugesund» pereciendo sus cuatro tripulantes. Y no se tiene conocimiento, al menos remontándose hasta 1950, de ningún otro naufragio en el lugar con un saldo tan trágico como el del «Santa Ana»: cuatro muertos confirmados y cuatro hombres más de los que ocho días después del accidente sigue sin saberse nada. Claro que antes hubo más muertes en Peñas, al menos una veintena en el último medio siglo, pero nunca tantas de una vez. Esto da idea del calibre de la tragedia que vive la familia pescadora gallega, y la asturiana por extensión.

Considerando el área de influencia marítima del cabo Peñas como un triángulo cuyos vértices son Luanco por el este, Bañugues por el este y un punto imaginario distante cuatro millas al norte del faro de Peñas, dentro de esa pretendida figura geométrica se ha mascado la tragedia once veces desde 1950. Los datos recopilados por el farero jubilado de Peñas Marcial Fernández Pérez desde mediados del siglo pasado permiten reconstruir la cronología de los más graves accidentes marítimos que tuvieron lugar cerca del cabo. El autor del trabajo subraya, a modo de homenaje a las víctimas y a los náufragos, la dureza de las condiciones en que trabajan los marineros –aun mucho más los de antes que los actuales– y los comportamientos heroicos de algunos de ellos.

El primer naufragio importante considerado por Marcial Fernández fue el del «Carlos Bertrand», que se hundió en Las Pedrosas debido a la niebla durante una travesía de Sevilla a Gijón. Ocurrió el 8 de junio de 1950, se salvó toda la tripulación y a raíz del accidente la autoridad competente decidió instalar una señal de niebla que en su momento fue la mayor agrupación vertical de emisores de ese tipo de toda Europa.
El «Pescador», un buque a motor, se hundió en 1956 cerca de La Erbosa; su tripulación tuvo suerte: el vapor «Chonga» que pasaba por la zona los rescató. Dos años más tarde el buque que naufragó fue el «Belarmina»; lo hizo al rozar fondo en la zona de escollos de Los Merendálvarez y no hubo que lamentar víctimas. A los tres días, el buque a pique fue «Rosita Iglesias», un vapor hundido al nordeste del Cono del Noroeste tras sufrir una avería en el timón; también sin víctimas.

Entre 1960 y 1965, Peñas se cobró tres barcos, el «Juan Illueca», el «Cavadelo» y el «LUCITA », todos sin víctimas. Las causas de estos naufragios tuvieron que ver, según los casos, con la niebla o con los peligrosos bajíos de la zona. El primer capítulo mortal de esta cronología se escribió en 1966 con el hundimiento del «San Juan de Pereiriña», que rozó donde Las Ballenas una noche de febrero, se fue a pique y sus cuatro ocupantes perecieron de frío antes de ser rescatados. El «Costa Africana», del que se ignora cuántos tripulantes llevaba a bordo exactamente, se hundió una noche de temporal en 1971 posiblemente por haber tocado fondo en La Romaniella. Y el último precedente con víctimas era, hasta el pasado lunes, el naufragio del «Haugesund», embarrancado donde Los Clérigos. Con la tragedia aún nítida del «Santa Ana» el cabo Peñas se niega a cerrar las páginas más negras de su historia.

lunes, 9 de marzo de 2015

XOGANDO


O XOGO DO VERTEDOIRO



Neste xogo consiste en deixar sen comer a algún veciño ou veciña, sen que se dea conta do que esta a pasar coa súa comida.

Nos anos cincuenta,  os rapaces da nosa Aldea, uns mais grandes outros mais pequechos, andabamos investigando todas as casas que tiñan o vertedoiro, onde lavaban a louza, e tamén serbia para secala.

Unha noite despois de barallar, cal seria a casa escollida, decidimos que fose a de tia Pepa. Esta casa esta xunto a carretera principal, e o seu vertedoiro daba a carretera e mesmo tiña o desaugo cara fora. Esta muller tiña o defecto de deixar a comida a enfrear no vertedoiro, mentres dáballe de comer as  vacas.  Unha noite sobre as nove, nos estabamos xogando mesmo en fronte a súa véntana,  e en cada instante mirabamos polo burato, xa que non era a primeira ves que mirabamos e sabiamos os costumes de todos os días, o que facía coa cea.

Despois de arranxar un fío de ferro, con unha curva diante, metemos este fío polo furado, enganchando a cunca do caldo pola asa, e tiramos todo polo chan.

Esta muller o escoitar o ruído, vaise a cociña, e ve toda a desfeita, a cunca en anacos no chan, o caldo ciscado tamén. Ela inocente, colleunas co gato, onde o pobre levou nas costa  con un galleto, e fuxiu monte a riba cos pelos de punta e coas orellas encollidas.  Nos seguimos xogando como se no pasara nada, é ela cabreada dicía ¿condenado de gato, se o comera, pero tirou con todo? ¿cando o colla o mato?, é nos coma se non pasara nada.

E seguimos facendo o mesmo durante unas tres ou catro veces pero, o gato xa tiña moito sufrido as nosas caralladas, é un día non deixou de estar con ela na corte, nos fixemos o mesmo, pero ela o sentir caer o prato na cociña, e o gato estaba con ela, empezou a mirar por se entrara outro animal na casa é non vío nada, so mirou cara o burato e de esta deuse de conta de que era o animal de dúas patas.

Agora seríamos nós os inocentes do noso xogo. Un día estabamos xunto a véntana intentando meter o fío de ferro polo furado, e caeunos un caldeiro de auga na cabeza, ¿ai collinvos é, condenados de rapaces? ¡¡xa llo contarei os vosos pais!! Para que  todo quedase en nada, prometemos non facelo mais, isto pasou con nos, pero cos mais pequenos, algunha ves o facían noutras casas.

Isto an que  o faciamos coma xogo, non se pode chamar xogar, senón facer mal o próximo, estas trasnadas aínda que non sexan perigosas, son contra a intimidade das persoas,  é perdida de comida, en tempos que voa falta facía para moitas familias.


                                     Corme 16 de Febreiro 2010


                                                                                Luís Suárez