lunes, 2 de febrero de 2015

BARCELONA AÑOS SETENTA



SOBRE VIVIR SIN TENER NADA
Te encuentras en la calle solo con lo que tienes puesto. Son las 14 horas y con hambre, solo entro un pedazo de pan en el estomago a las cuatro de la mañana en la estación de Sans en Barcelona. Haces por coger un bus, entrando por la puerta de atrás y con ojos abiertos para si entra el inspector en cualquiera parada, pudiendo ser mas listo que ellos.
Parada de la plaza de España, son las 16 horas hoy tendré que espabilar  para encontrar algo para comer y poder pasar la noche en un lugar que este un poco caliente, ya que estamos en el mes de  febrero. Pase por la estación del  metro de la plaza de España, después de mirar por algún rincón, encontré uno debajo de una escalera, que en algunos momentos serviría para guardar  material de limpieza, estaba sin puerta y todo oscuro.
Ya no sabia si tenia hambre o sueño, pase junto a un mercado de abastos y estaban recogiendo y echando en contenedores los frutos que no estaban en condiciones para su venta, pase junto a un mozo de limpieza y le pedí unas cuantas peras y manzanas que estaban algo podridas, el me dice que puedo coger todo cuanto quiera y mismo me da una bolsa de plástico, podía llenarla, pero solo cogí unas pocas unos plátanos y naranjas, en camino cogí una botella de agua en una fuente, y fui a mi refugio, me senté en un banco del metro, esperando a que llegase el ultimo metro, llego y me fui para debajo de las escaleras, y siempre mirando por si estaba algún policía o seguritas del metro vigilando.
Todo a oscuras, comencé a comer la fruta sin reparar si estaba podrida, con el hambre que tenia no notaba nada.
Pase la noche bastante bien, aunque pase algún frio, ni un cartón para que hiciera de colchón, ni una chaqueta que hiciera de manta.
Me lave la cara con el agua de beber, y cuando el metro comenzó a trabajar deje mi escondite. Comencé a trotar por las calles de Barcelona en una forma que no estaba acostumbrado, a vivir sin tener un duro en el bolsillo, a mirar para los que saboreaban las cervezas en los mostradores de los bares o los comensales degustando unos buenos menús, y yo me preguntaba, cuando será que yo pueda beber un baso de leche a la mañana, como lo hacia en otros tiempos.
Ramblas arriba, ramblas abajo, y con el estomago cantando su triste aventura del que tenia y ahora no tiene, y solo le queda esperar  a que encontremos una hoja de lechuga media podrida, o un tomate caído de una caja en el mercado pisoteado. En la plaza de Cataluña junto a unas palomas, me puse a beber  en la fuente sin mirarnos las caras, mismo le tenia rabia de que ellas tenían alguna alma caritativa que le echaban pan y trigo, que cuando el alimento caía al suelo, mas de la veces quisiera ser  paloma para coger un pedazo de pan.
De la plaza de España pase a Monjuich a vivir en una pequeña chabola  dejada por unos gitanos que se marcharon a vivir a junto de la fabrica de la seat. Entre chatarra y ratones pase unos meses. Encontré de todo, menos buenos amigos, cada uno se apañaba como podía y siempre si un duro en el bolsillo.
Después de unos meses sin saber lo que era una buena ducha, hoy estoy invitado por José el legionario a su humilde casa del barrio nuevo. Os contare algo de mi amigo el legionario. Hace unos años José estaba en la legión en Ceuta de cabo primero, cuando cumplió sus 40 añitos, en una fiesta de borrachera de alcohol y droga le pego a un oficial, le cayeron nada menos que 10 años de cárcel por una torta a un superior, que como el decía que seria mejor matarlo, así el también pasaría a mejor vida con una bala en el corazón. En el calabozo lo paso muy mal cada día peor, entre drogas y culatazos los días eran interminables. Del penal al hospital, la falta de droga y no comer nada,  José cae enfermo, los médicos militares dicen que José tiene que pasar a una enfermería para enfermos mentales, fuera de los calabozos, trasladaron lo a la península donde quisieron internarlo en un manicomio como enfermo mental, se reía, lloraba, cantaba y se meaba, y así lo dejaron en plena calle en Tarragona, con el saco de legionario y cien pesetas, las famosas cien pesetas de plata de nuestro querido francisquito (1970).

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